La forma perfecta

Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas [...]
Bécquer
  
  No estaba en el sitio correcto, por un momento creí que era otro el que estaba. No encontré el objeto contundente del que habían hablado, tampoco pude suponer un móvil para tanto desastre. Proceda, doctor, dijeron, y no supe por dónde empezar.
   En el proceso apunté los detalles que en un futuro cercano podrían ser utilizados para el estudio de los hechos. El ventilador giraba lentamente. La ventana estaba cerrada. La alfombra tenía ciertas irregularidades en una esquina. Las huellas sobresalían del picaporte. El reloj estaba detenido a las tres. Había restos de ceniza en las fotografías junto al velador y un teléfono destrozado.
  Extirpé cada evento, inferí en la maraña de lo real. En la derecha el cuchillo, en la izquierda la víctima. El poder de destrucción contenido, inmóvil, las paredes sangran, las cortinas están quietas y sangran, la cama también es un infierno de sangre, el suelo y el aire queman, morir era una injusticia, duda, mira… Desespera, patea la silla, grita, arrasa bibliotecas, despedaza papeles, parte cuadros, rompe los objetos, muele cada artefacto, enciende un cigarrillo, lo consume, enciende otro, arroja el paquete contra un rincón. Una marejada de lágrimas lo arrastra hasta las sábanas, luego nada en el mar.
  
Tarde de domingo

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